Txt. Lucía Levy @lululevy | Ph. Sabrina Saladino @esabrisa
Comprometerse con una causa que cambia el destino de millones de personas y que deja una huella en la historia de la humanidad no es una tarea para cualquiera. Se deja el alma y se arriesga la vida. Emory Douglas lo sabía, era consciente de cuáles eran los riesgos y las satisfacciones de formar parte de un movimiento revolucionario cuyo objetivo principal era, entre otros, devolverle la dignidad al castigado pueblo Afroamericano de los Estados Unidos y del mundo. Lo entendía muy bien a sus jóvenes 22 años.
Aunque la ley de los Derechos Civiles ya se había promulgado en 1964, y a pesar de que la Constitución norteamericana al fin prohibía la segre-gación racial en las escuelas, instituciones públicas y lugares de trabajo, su gente aun era maltratada y discriminada. Con el propósito de revertir esta situación, en 1966 Huey P.Newton y Bobby Seale fundaron el Partido de los Panteras Negras por la Auto Defensa en Oakland, California.
Newton y Seale comprendían que las buenas causas sin difusión no tenían alcance ni fuerza. Así fue como en 1967 nació el diario de Los Panteras Negras y ese mismo año, un joven Emory Douglas se unió a la causa. A demás de participar como ministro de cultura del partido, su trabajo como ilustrador de las tapas del diario fue fundamental ya que supo entender el poder que tenía la imagen para comunicar las ideas constitutivas del movimiento. Sus dibujos no sólo cumplían un rol estético, sino que también mostraban condiciones de vida que llamaban a la revolución y lograban revertir la imagen de víctima de su pueblo.
Para transmitir esa sensación de potencia y fuerza, Emory dibujó a sus hermanos con trazos gruesos y con miradas penetrantes. Él fue una pantera más que logró devolverle a su pueblo un poco del amor propio y el respeto que les habían sido arrebatados a la fuerza. Con el lápiz como arma y el papel como escudo, supo inspirar a toda una generación. De esta extraordinaria experiencia habló en su conferencia para la onceava edición de TRImarchi, el pasado 13 de octubre en Mar del Plata, y luego de recibir una emotiva y larga ovación de pie en un Polideportivo lleno, se sentó a charlar con Cultra.
Muchos de los Panteras Negras fueron perseguidos, encarcelados y ase-sinados, ¿nunca tuviste miedo?
La raza humana siempre tiene preocupaciones. Cuando estás comprometido con una causa revolucionaria, te sacrificás. Mucha gente estaba involucrada, no estaba solo. Sin la influencia que tuvieron los Panteras Negras, quizás muchos de los cambios que se lograron no hubiesen existido. Era un movimiento muy grande que trascendió a los Panteras. Eran muchos los que estaban frustrados con la política del gobierno y el maltrato policial.
Varias de tus ilustraciones muestran a tus hermanos cargando armas como un símbolo de poderío. En tu caso, el arma era el lápiz.
Las armas eran una parte pequeña del movimiento, la mayoría de los panteras no las usaban. El punto número siete de los principios que regían al partido decía que queríamos el fin de la brutalidad policial y el asesinato de negros y oprimidos. Nuestro derecho era defendernos de las fuerzas armadas, y para hacerlo, nos parecía correcto estar armados. Además, la Constitución de los Estados Unidos permite la portación de armas, estábamos armados porque era legal. Para aquellos que aún tenían la convicción de que los negros eran esclavos, el hecho de que cargáramos armas fue indignante y atroz.
Luego de varios años, ¿pudiste ver los resultados de la revolución que estaban haciendo? ¿Mejoró el nivel de vida de los afroamericanos en el mundo?
Es un proceso que no termina. Muchas cosas han cambiado, pero otras siguen igual. Por ejemplo, este año en los Estados Unidos se hizo un estudio que demuestra que desde enero hasta junio un negro es asesinado por la policía cada 39 horas. Es irónico que tengamos un presidente de descendencia afroamericana y sucedan estas cosas. Claro que los presidentes son títeres, eso lo muestro en una de las ilustraciones. Ellos no son los que gobiernan a los países y la gente se está dando cuenta.
¿Aún seguís trabajando con este sentido revolucionario?
Aún hago ilustraciones que muestran temas preocupantes, trabajo con mucha gente joven y viajo alrededor del mundo comunicando un mensaje revolucionario que abra mentes. Cuando viajo intento ir a los ba-rrios más castigados para demostrar las similitudes que existen hoy con el movimiento de los Panteras.
¿Alguna vez estudiaste ilustración o diseño gráfico o todo salió
naturalmente?
naturalmente?
Estudié tres o cuatro años en el City College de San Francisco, allí hice arte comercial, esa es mi base. Con esas herramientas pude hacer todo lo que vino después.
Cuando comenzaste a dibujar para los Panteras Negras no había computadoras, todo era hecho a mano, ¿te costó adaptarte a las nuevas tecnologías?
Aprendí a usar la computadora y los programas hace apenas tres años y medio. Por suerte tengo muchos amigos jóvenes que me enseñan y que me ayudan cuando tengo un problema. Mi estilo no cambió, sólo mejoró, se refinó.
A diferencia de lo que muchos ilustradores hacían, vos no victimizabas a tu gente sino que les devolvías el poder, los dibujabas poderosos.
El arte siempre es un reflejo de lo que sucede en la política, por eso muchos ilustraban a mi pueblo como débiles. Pero el espíritu de los Panteras Negras quería conseguir otra cosa. Los dibujos eran una buena manera de inspirar a mis hermanos porque se veían reflejados en ellos, por eso los hacía poderosos.
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