El domingo fue el Día de la Animación. Cultra
hizo un repaso por el estado del género en la escena naciona y su futuro con la
película Metegol, dirigida por Juan José Campanella.
Txt María Eugenia Mastropablo
El domingo pasado se festejó el Día de la Animación, que se celebra desde el
28 de octubre de 2003. La celebración fue una iniciativa de la Asociación
Internacional de Films de Animación (ASIFA) y el día fue elegido en conmemoración de la primera proyección pública en el Teatro óptico de París en
1892.
Con respecto
a cómo está posicionada la Argentina a nivel animación, el animador Maximiliano
Scheneider explica: “La animación
está creciendo un poco desprolija, de una manera en la que
todavía cuesta mucho competir internacionalmente. Tampoco hay un trabajo
constante en las productoras y esto hace que uno no pueda dedicarse a un mismo
trabajo mucho tiempo. Es cuestión de que se organice, de que empiece a funcionar
como industria, pero con industria me refiero a que lo vean como una inversión
y no como un negocio a corto plazo”.
Romina Córdoba,
directora de la escuela de animación Animaclick e hija de Néstor Córdoba,
director de Las aventuras de Súper Hijitus (entre otros), afirma que “en
Argentina se usa un método que no está dividido, como, por ejemplo, en Estados
Unidos. Acá el director de artes también es el que hace los fondos y plasma la
iluminación. Han venido productoras de afuera y vieron todo ese proceso y no lo
podían creer porque allá todo eso lo hacen como diez personas. Tenemos gente
muy ávida para todos los procesos pero lo ideal sería que cada uno tenga su
lugar”.
¿Por qué creen que la mayoría de las películas de
animación nacionales trata sobre temas costumbristas y tradicionales?
M.S: Por un lado está la brecha comercial. Disney también lo hace con, por
ejemplo, Anastasia o Rapunzel. Son
personajes que ellos saben que van a funcionar. El problema
principal es que las nuevas ideas no son aceptadas porque no se sabe si se van
a vender, de hecho Metegol, la película en la que estoy trabajando, está
basada en un cuento de Roberto Fontanarrosa. Es muy raro que
las películas nacionales tengan un tráiler. Tampoco las publicitan y las
películas viven de las entradas que se venden. Lamentablemente, acá, en el
mejor de los casos, se recauda el subsidio que te dio el INCAA, nada más. Salvo
en la época de García Ferré, que digamos, fue la época de oro de la animación
argentina.
R.C: Acá se hicieron más producciones infantiles, más al estilo toons,
personajes de fantasía. No hay mucha gente en el país que sepa trabajar con
animación humana. Conozco poca gente que lo haga, Abril Barrado es una de
ellas. Otro problema es
que hay una política del INCAA de que es más fácil que te preste dinero si las
producciones están relacionadas con la Argentina y con temas culturales
nacionales. No se da lugar a estilos diferentes o de Ciencia Ficción. Estoy segura de
que los proyectos nuevos deben estar en una pila de carpetas abandonadas. Creo
que tiene que ver con eso y no con la falta de ideas en lo absoluto.
Tanto Córdoba
como Scheneider coinciden en que la película Metegol, que está siendo
dirigida por Juan José Campanella, marcará un antes y un después en la
animación nacional y digital. “Campanella es
un director que la tiene tan clara en lo que hace que perfectamente puede
adaptarse a la animación. Metegol es una película de animación narrada como
una película de actores. Es muy distinta a las películas tradicionales de
Disney o Pixar”, asegura Scheneider, quien trabaja en la animación física de
los personajes principales de la película.
Córdoba cuenta
que la época de oro de la animación nacional fue cuando Hijitus tenía todos los
días un minuto en la televisión. “Se hacía la animación en el día con el método
tradicional, se filmaba a la noche y al otro día se entregaba. Los animadores
veían el resultado de su trabajo en la televisión. Fue algo muy especial y hoy
eso sólo se logra con el método digital”.
Ante la
pregunta de qué es lo que tiene la animación para brindarle al cine o a la televisión
el animador asegura que “lo bueno es que no tenés límites de nada, podés hacer
volar a un personaje por un planeta extraño, cosa que no se podría hacer con
actores y con el cine tradicional. Mientras se te ocurra, lo podés dibujar. En la animación el propio límite sos vos”.
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