“La escalera del sótano es empinada,
mis tíos me tenían prohibido el descenso,
pero alguien dijo que había un mundo en el sótano.”
J.L.Borges
Pocas veces se habita un cuento. Aún así, en algunas oportunidades la realidad es, tal como reza el dicho, mas extraña que la ficción. Y si bien no resulta difícil encontrarse en un relato de Arlt, donde los personajes vagan por la ciudad agobiados por las presiones de una realidad que los violenta, es mucho menos frecuente verse envuelto en un relato digno de la más original inventiva borgeana.
Tal como en el cuento El Aleph, existe aquí un punto en el espacio que contiene a todos los demás o, al menos, a muchísimos más de los que corresponden. Un punto que aloja al universo y cuyo tamaño engaña sobre las posibilidades de sus tesoros. Un cuarto en una mansión patricia de la ciudad de Buenos Aires que cobija en su seno, no sin recelo, siglos de historia de las artes de una región tan vasta como asombrosa y que permite, con sólo una mirada, abarcarla toda. Ese cuarto pertenece al museo fantasma: una colección de objetos memorables que existe sin espacio para su potencial despliegue. ¿Cómo puede algo tan vasto resignarse a ocupar tan poco lugar?
De lo que se trata es del Museo Nacional de Arte Oriental y de las 3.600 piezas que permanecen ocultas en un sector del Museo Nacional de Arte Decorativo (MNAD). Desde su fundación en 1965 el museo nunca contó con sede propia, y la colección fue instalada en un sector del primer piso del MNAD. Su heterogéneo patrimonio artístico varía tanto en origen y épocas como en formas, técnicas, materiales y funciones. Así como puede apreciarse una vasija funeraria egipcia de alabastro que data del período que va del año 2665 al 2645 A.C., también puede observarse un gabinete para fumador japonés del siglo XVIII. Al decir oriente, entonces, no se habla solo de Asia si no también de África y Oceanía. Este patrimonio fue formado, en su mayoría, por compras directas del museo y por legados y donaciones de coleccionistas particulares y las embajadas de los países representados por las piezas.
Durante mucho tiempo el Museo se mantuvo abierto al público fomentando el interés por las artes orientales a través de diversas actividades, pero hace ya más de diez años que permanece cerrado, confinando las colecciones a tristes vitrinas y embalajes. Por eso la muestra Objetos guardados – Patrimonio del Museo Nacional de Arte Oriental es una oportunidad única para acercarse y conocer varias de estas piezas tan significativas tanto para el experto como para aquellos que busquen sólo algunas marcas de culturas lejanas. Desde el 1º de Marzo hasta el 22 de Abril (de Martes a Domingo de 14 a 19 hs) en el Museo Nacional de Arte Decorativo (Av. Libertador 1902), podrá disfrutarse de una selección de 150 objetos de la monumental colección. Si bien la mayoría provienen de Japón, China e India, también podrá apreciarse el arte decorativo de Turquía, Indonesia, Corea, Persia (Irán), Siam (Tailandia, Camboya y Laos), Birmania y Tíbet.
Mención aparte merece la labor de restauración que el equipo del museo está realizando en circunstancias que están lejos de ser las óptimas. Con bajos presupuestos para financiar un trabajo que implica materiales caros y en condiciones ambientales que no ayudan a la conservación, el trabajo de Osvaldo Borrás Grimaldi, Luis Zo, Anush Katchadjian, Patricia Fernandez y Magdalena García Barrese resulta importantísimo. El montaje de la muestra es más un efecto de la pasión y el amor que estos profesionales entregan a su trabajo que de un criterio museológico mentado. Criterio que es una carencia general en casi toda la Argentina.
No muchas veces se tiene la oportunidad de vivir un cuento. Sostenerle la mueca a un Nio, uno de los terribles guardianes del templo en Japón y dueño de ojos que se clavan como katanas, o permanecer inmóvil ante la mirada de los Perros de Fo, míticos canes leones que protegen tanto a Buda como a los débiles; enredarse en las escenas de guerra que relatan las pinturas persas, reconocer en un incienciario el perfume sentido mucho antes por muchos otros o sentirse enfundado en una armadura samurai, solo, en el bosque, en la guerra. Pocas veces se habita un cuento, esta es una de ellas.
Una nota muy interesante!! excelente introducción que invita a seguir leyendo y a sumergirse en ese cuento corporalmente cuando la muestra se inaugure.
ResponderEliminarFelicitaciones!
María Teresa
Buena nota, buena fotografía.
ResponderEliminarSigan así.
Voy a ir, gracias por el dato!!! Betina
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