La vida después del under


El humorista gráfico Gustavo Sala recorre veinte años de cómics y se entusiasma con el presente.

Txt. Javier Garat | Ilust. Gustavo Sala

“Hace algunos años el boom de la historieta fue tapa obligada de todos los suplementos culturales”, recuerda Sala mientras pide un cortado, ensayando una de esas escenas de café que acostumbra dibujar. No obstante, lejos de ser noticia de ayer, el circuito viene creciendo en calidad y cantidad de autores, estilos y, por vez primera, en público. A la par, Gustavo Sala, autor de Bife Angosto, Falsalarma y Bola Triste, recorrió un largo camino: de Mar del Plata a Buenos Aires y del anonimato a los grandes medios. 
“Hoy es fácil ver libros de historietas de cualquier tipo, de calidad, en las bateas de las librerías caretas, de los supermercados de libros y eso es rarísimo”, opina Sala. Rarísimo, podría decirse, porque vivió todo lo que pasó –y no pasó– entre la desaparición de la primera revista Fierro en 1992 y su vuelta hace ya seis años. Si de chico se vio atraído por las historietas de los kioscos como Isidoro, Disney, Hijitus o las ediciones de Bruguera (española) como Mortadelo y Filemón, fue recién en el año 84, con la aparición de la revista Fierro, que conoció toda una gama de estilos en los comics de Solano, Manara, los Breccia, Mandrafina, Carlos Nine o el recientemente fallecido Moebius. Eventualmente, su preferencia decantó hacia el comic underground. Autores foráneos como Crumb, Clowes, Bagge o la revista Mad proveyeron a Sala un mundo incorrecto, absurdo y grotesco donde los límites dejan de ser determinantes para transformarse en algo desde donde partir.

Cuando la Fierro publicó su número 100 y cerró sus puertas, el mundo del comic quedó a la deriva en la vertiginosa década de los noventa. La necesidad de dibujar y publicar y la ausencia de un mercado editorial donde colocar sus trabajos hicieron que los comiqueros tomaran las armas con los pocos medios que tenían a su disposición. “Empezamos a hacer nuestras historietas, nuestros propios fanzines. Dibujaba, fotocopia-ba y le ponía los ganchitos yo mismo. Organizamos eventos indepen-dientes. De alguna manera generamos toda una escena under”, recuerda Sala y sigue: “Esa escena cultivó fanzines que hoy son de culto. Ka-pop!, de Lucas Varela, Morón Suburbio, de Ángel Mosquito o Catzole, de Salvador Sanz y Javier Rovella. Son todos tipos que ahora la están rompiendo
acá y afuera”. 
Recién en el 2002, cuando Liniers pasó de publicar en Página/12 a La Nación, se comenzó una nueva etapa. “Abrió una puerta estética, narrativa, hasta estructural. De repente la tira de la contratapa de un diario masivo no tenía por qué tener remate. Se empezaron a publicar tiras con otra sensibilidad, otra poética. Hizo que autores como Kioskerman o Federico Pasos, todos los que veníamos haciendo fanzines en los noventa, tuviéramos un lugar”, reflexiona Sala y agrega: “Lo de Liniers es muy valioso porque atrajo públicos nuevos. En los noventa y un poco después también, los típicos lugares donde se juntaba la escena del comic eran tugurios en galerías perdidas. Entrabas y casi que el agua te llegaba por las rodillas. Ahí no se iba a meter una mina o un padre de familia. Ahora hay gente de letras, de cine o de diseño”. Cuando Liniers pasa a La Nación y Sala lo reemplaza con Bife Angosto pareciera ser que todo se destraba. Dos estéticas diferentes a lo anterior y entre sí en sus temáticas y estilos, ambos provenientes del under de los noventa, tuvieron finalmente la visibilidad que merecían. 

Un recital de Acorazado Potemkin, un disco de Spinetta, un cocacolero de tribuna o un tema de Gabo Ferro. Cualquier pieza del mundo del rock es potencial material de Bife Angosto pues, para Sala, una tira “a veces es una pequeña venganza personal pero otras es un poco un tributo a cosas que [le] gustan”. Hoy por hoy, “bandas como Prietto Viaja al Cosmos con Mariano, La patrulla Espacial o Shaman y los hombres en llamas están haciendo cosas increíbles”, comenta y confirma el entusiasmo que le genera una escena que lo hace correr de recital en recital.

Hace ya un tiempo, el propio Divinsky de Ediciones de La flor llamó a Gustavo interesado en armar un libro con Bife Angosto. Ya están preparando el tercero. “El tipo tiene nombres como Fontanarrosa, Quino y Caloi, casi que inventó el libro apaisado, pero a la vez esta constantemente mirando dibujantes nuevos –subraya- además están los chicos de LocoRabia, Moebius, La Murciélaga de Córdoba. Hay editores especializados interesados en hacer un producto de calidad y un público que cada vez acompaña mas”.

El panorama es cada vez más auspicioso. Sin embargo, en Argentina es difícil vivir de la historieta. “Los que viven de esto serán veinte. Hay mucha gente con talento pero todavía poco espacio. Por eso hay cosas que hago y cosas que tengo que hacer”, comenta refiriéndose a las colaboraciones que los ilustradores hacen para otros medios. En su caso colabora con la revista Genios para la cual ilustra juegos y una tira guionada por Trillo y Maicas. ¿Cómo puede este historietista zarpado, grotesco y absurdo terminar ilustrando en una revista para niños? Bueno, Sala ya tuvo alguna que otra experiencia: “Hice algunas actividades con niños que me alucinaron, tienen una frescura y una libertad increíbles. Tuve una nenita chiquita que no podía creer”. Por eso vuelve a los niños con un taller en Moebius donde trabajarán sobre la creación de personajes, historias y chistes. ¿Qué niño tendrá la suerte de tener un padre lo suficientemente irresponsable como para que lo lleve?



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